El remedio y el trapito judicial

9 Jun. 2025 11:32 am
Libertas Capitur / Félix Sarracino
El realismo jurídico considera que la ley refleja las imperfecciones, debilidades y sesgos de la naturaleza humana. Y cómo no, si es producto de ella. Por fuerza está imbuida por los sentimientos, pensamientos, creencias y valores de sus creadores. Es una proyección cultural.
La actividad jurisdiccional no está menos sujeta a esas influencias, a menudo ajenas a la concepción objetiva de justicia. De nuevo: somos seres humanos, no podemos abstraernos de nuestro propio ánimo e intereses. La experiencia así lo dicta.
Pero no crea usted, estimado lector, que las personas están plenamente conscientes de qué las impulsa a tomar ciertas decisiones. O que estas siempre son influidas por apegos y desapegos, más o menos inscritas en una tendencia ideológica o filosofía de la vida. No, para nada.
Las influencias que nos impulsan a tomar ciertas decisiones importantes o no, están ligadas a nuestros vaivenes anímicos. Y estos se encuentran determinados por nuestras necesidades fisiológicas y nuestras reacciones a los estímulos sensoriales. Muchas veces aquellas dependen de situaciones en verdad pueriles.
Es famoso el estudio efectuado por Shai Danziger, de la Universidad Ben Gurion del Néguev, durante diez meses sobre 1112 audiencias de la junta de libertad condicional en prisiones israelíes. Demostró que dependiendo del momento del día, ocho jueces judío-israelíes con un vasta experiencia judicial, tomaron decisiones bajo un mismo patrón.
Los jueces atendieron en sesiones a los peticionarios de libertad condicional en varios momentos del día. Los tres presos que comparecieron al inicio de cada “sesión” tenían más probabilidades que los tres últimos. Causas objetivas como la duración de sus condenas o ser reincidentes no influyeron en las decisiones.
Las tres sesiones de cada día, iniciaban justamente después de un refrigerio y un descanso. En la medida en que el juez se acercaba al final de una sesión, las cosas se ponían más difíciles para los presos. Fue mayor la influencia del tedio o la insatisfacción de sus cuerpos, que en realidad los merecimientos objetivos de los condenados.
No deberíamos ser tomados por sorpresa sobre esta tendencia. No sólo es común a los jueces, es consecuencia de la naturaleza humana. Dicen que Emilio Gamboa fue un gran apoyo para que Salinas fuera sucesor de Miguel de la Madrid. Simplemente le avisaba cuando el presidente estaba de “buenas” para que se hiciera el aparecido.
La elección judicial fue un experimento con muchas deficiencias. Pero la naturaleza humana seguirá imponiéndose. No hay personas con poder que reciban instrucciones cotidianamente sin sentirse agredidos, sólo por ser fieles a quien los nombró. Tienen poder, tienen opiniones y tienen sentimientos que pueden expresar por sí mismos en sus decisiones.
Los requerimientos de afecto y reconocimiento son necesidades básicas y fundamentales del ser humano. Incluyen el deseo de sentirse amado, apreciado y valorado por los demás, pero más por uno mismo. Las vocaciones personales, el sentido de responsabilidad y la autoafirmación de la personalidad juegan con ventaja.
Un viejo dicho acuñado por Jerome Frank, filósofo y juez representante del realismo jurídico, dice que la justicia es “lo que el juez desayunó”. Puede parecer cínico, pero habla de lo que en realidad es. Entenderlo nos puede ayudar a superar el dolor de creer que todo está podrido en Dinamarca. Y dar una nueva perspectiva a nuestro actuar.
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