El Reporte

Un mensaje silencioso para el jaguar

16 Dic. 2024 12:08 pm

Libertas Capitur | Felex Eladio Sarracino

Hay eventos formales establecidos en la Constitución y la ley, que están revestidos de profundos significados. La manifestación de aceptación del cargo o protesta, por parte de un gobernador electo, marca el inicio de su gobierno y resulta un acto de mucha trascendencia, tanto para la persona que lo asume, como para el pueblo que lo tendrá como el referente de su destino durante 6 años de su historia.

A este momento histórico se le ha dado tanta importancia, que ha merecido una legislación ad hoc, con el propósito de que no resulte un acto arbitrario o coyuntural. Y por el contrario, sirve como el evento fundacional de un gobierno, que dota de certeza a sus acciones mediatas para llevar a cabo los planes necesarios para su desarrollo económico, político, social y cultural.

Dicha ley reglamentaria de la Constitución, fija las bases para la toma de protesta del gobernador electo en el estado de Chiapas y establece un protocolo, producto de la experiencia gubernamental, política y administrativa, con la finalidad de dar orden y significado a un ritual sexenal, en el que cada uno de los actos establecidos sirve a un propósito en beneficio del estado.

Sin embargo, a la luz de lo acontecido en el acto de rendición de protesta del gobernador Eduardo Ramírez Aguilar, celebrada el pasado 8 de diciembre, es evidente que se quedó a deber a la Ley. Es decir, tanto el Congreso como el Ejecutivo quebrantaron la Ley en, al menos, dos formalidades sustanciales que obligadamente debieron cumplirse pero que, por razones hasta hoy desconocidas, prefirieron omitir.

A saber, el primero fue “la entrega de un bastón de mando que representará a los pueblos y culturas indígenas del Estado”; y el segundo, el mensaje al pueblo de Chiapas por parte del presidente de la república o de su representante en dicho evento. No huelga explicar, aunque sea esquemáticamente, lo que estos actos omitidos representan para Chiapas; y por qué se encuentran establecidos en la ley referida.

El primero de ellos, porque el propio gobernador Ramírez Aguilar fue exhaustivo en revestir su discurso con claras referencias indigenistas a las luchas que “desde hace 3,000 años” (sic) enmarcaron la historia de Chiapas, pasando por sus 500,000 conquistadores (gobernador dixit) y el zapatismo. Y el segundo, no menos importante, dada su naturaleza pragmática, porque representa el compromiso del Ejecutivo de la Unión, en el marco del Federalismo y su incidencia en el desarrollo del estado.

Hablar del pasado indigenista de Chiapas y romantizar sus orígenes, con figuraciones más o menos ancladas en la verdad o la imaginación, resulta un recurso común en el discurso oficial. Intenta y –talvez– logra efectos de “apego o desamor”, según el punto de vista. Toca a los receptores, abonar o restar veracidad a la narrativa votiva, en función de su formación cultural.

Pero no hay duda que resaltó el ánimo del gobernador Eduardo Ramírez por hacer del indigenismo una bandera de su gobierno. Aunque en la emblemática oficial resulta más importante un félido oscuro y agresivo, con mayor presencia en otras latitudes que en las selvas de Chiapas. En el Amazonas es más explicable esa idolatría, porque la naturaleza fue más feraz. Pero los pueblos originarios en el acto oficial… ni sus luces.

Pero evitar dar a conocer el discurso, la política y los compromisos de la Federación, en el mismísimo arranque de un periodo gubernamental, es extremadamente desdeñoso hacia la importancia de Chiapas como entidad federativa. Y omitir ese mensaje establecido por la Ley, en la coyuntura histórica del cumplimiento de los 200 años de la anexión de Chiapas a México, sobrepasa el desdén y se convierte en agravio.

Los pasivos en materia de bienestar, salud, educación y seguridad que el propio gobernador se encargó de señalar, son temas evidentes que la Presidencia de la República debió abordar, ante las expectativas que los chiapanecos tenían por conocer los planes de la Federación en este momento histórico de Chiapas. Sobre todo, porque la Ley que decidieron hacer a un lado, contrario a sus deberes de cumplirla y hacerla cumplir, así lo dispone.

¿Qué depara a Chiapas en el gobierno de Claudia Sheimbaun? ¿Qué propone la Federación para revertir la falta de bienestar, la excesiva inseguridad, las deudas en salud, educación y empleo, a 200 años de la anexión de Chiapas a México? ¿Tiene planes el gobierno federal para el desarrollo de Chiapas, que tomen en cuenta el dolor, el sufrimiento y el atraso del pueblo chiapaneco? La respuesta: el silencio.

En la rendición de protesta de Eduardo Ramírez como gobernador de Chiapas, la Federación hizo mutis, a pesar de que la Ley establece el requisito de hacernos conocer su mensaje. Tal vez tuvo razón el gobernador al hacer un superlativo homenaje al personaje que exigió que no le fueran con “el cuento de que la ley es la ley”, en vez de hacer valer su posición como líder de un Estado federado, con el que la Federación tiene compromisos. Y de mostrar su propio compromiso con la Ley.

Martin Luther King, el héroe cívico por antonomasia, dijo: “Nuestra generación no se ha lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos”. Debemos entender entonces, que el silencio, en este momento de bondad necesaria para Chiapas, es el peor anuncio que la Federación ha expresado callando. Y de consuno los Ejecutivos federal, estatal y el Congreso del Estado, mostraron su desprecio por la Ley. Otra vez.

E-mail: libertascapitur.chis@gmail.com

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